Durante mi estadía en Montréal, Canadá, invité a mujeres para que habitaran diferentes espacios de su casa con sus historias de dolor, les pedí que para definir el Dolor eligieran un texto, un texto que para ellas fuera Dolor. La obra parte de una búsqueda en la memoria personal, un intento de exteriorizar el propio dolor a partir del dolor de los otros. Insisto constantemente en la necesidad de escuchar, encontrar nuestra identidad, nuestros miedos y experiencias a través del relato de los otros. Escuchar la voz de esos otros para referir experiencias personales, historias de los otros que también son mías.
La obra se compone de seis pantallas, cada una ocupada por una de esas mujeres que a través de su texto está contando su historia.